A veces me gustaría saber lo que piensa la gente. Saber qué hacer en cada momento. Saber, con toda seguridad, cómo responder a aquellas cosas que te confunden, porque ya no estaría confusa. Jamás he sabido cómo interpretar a la gente, cómo darme cuenta de las indirectas, de los mensajes subliminales. Tampoco he sabido mandarlos, debo decir. Por eso he perdido tantas oportunidades, o he malgastado mi tiempo en gilipolleces. Por eso he llegado a la conclusión de que, a mí, hay que dejarme las cosas claritas. Y aún así, no lo entenderé, porque no podré creérmelo.
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