Ir, de aquí para allá, en un avión privado, recorriendo poquito a poco el mundo. Despertarse en Colombia y acostarse en Túnez. Conocer todas las culturas y saber qué ocurre más allá de tus narices. Hotel en Grecia, algo cutre, pero las vistas son estupendas. Es de noche y el agua está oscura. Las rocas definen el horizonte. Sopla una suave brisa que me remueve el pelo y me estremezco, y siento una mano detrás de mí. Una copa de vino tinto, italiano. Ya sabes que prefiero probar las cosas autóctonas. Pues vayamos a un restaurante. Son las doce, ya es muy tarde. No, vamos, amor, abrirán sus puertas por ti: hoy estás preciosa. Y cogernos de la mano y recorrer las calles, y tocar con la mano las paredes blancas de las casas y manchar de cal el vestido, y no, no hay nada abierto, te lo dije. Pues vamos a pescar peces griegos. No tenemos caña. Pues los pescaremos con las manos, me tiraré desnudo al agua y los cogeré para ti. ¿Y comeremos sushi? Sushi griego.
Y al día siguiente volver a casa, y dónde está nuestra casa, si ya no pertenecemos a nada. Da igual, nos separamos, nos juntamos con otra gente. Y en otra isla estaré con otro chico y ya no pensaré en ti porque tú no pensarás en mí, porque es un acuerdo tácito. Y una fiesta a solas con mis amigas, mojitos a bocajarro, reggeatton en la disco... Vámonos a otra, esta música es una mierda. Jazz y Blues y tocan algo de los Beatles y, aunque no se pueda bailar, ya ni lo notamos por el alcohol. Conocer a alguien más y olvidarme de ti, otra vez, porque sé que cuando vuelva a la casa que nunca tuvimos estarás esperándome.
lunes, 30 de mayo de 2011
sábado, 21 de mayo de 2011
What?
Me pregunto cómo dejar de pensar en lo que quiero para que las cosas me pillen por sorpresa.
Pobre, pobre animalillo sin nombre. En el fondo somos iguales; ninguno pertenece a nada ni a nadie.
sábado, 14 de mayo de 2011
jueves, 12 de mayo de 2011
Mierda.
Soy idiota. Te tenía en un cajón, olvidado, junto a muchos otros. Y solo con un encuentro repentino -maldito y caprichoso destino- vuelvo a imaginarme lo imposible. Soy idiota, sí, porque tú me usaste, me usaste como a un pañuelo. No te culpo, yo exigía demasiado. Tengo ese ideal de monogamia implantado desde la infancia y, sí, todo por culpa de las películas de Disney. Y sí, soy idiota, y fantaseo demasiado. Pero no te preocupes, se me pasará pronto, volveré a bloquearte, porque sé que no eres nada para mí en realidad. Creo que me aburro demasiado.
lunes, 9 de mayo de 2011
Si vas a convertirte en cerdo, monada, no tendré más remedio que dejarte caer.
sábado, 7 de mayo de 2011
Te echo de menos.
¿En qué momento te fuiste? Ahora noto más que nunca tu ausencia. Antes no, antes no me daba cuenta de nada, pero ahora creo que te necesito. Necesito salir de esta mierda de vidaen la que nadie parece importarle nadie. Siento que sobro en mi propia casa, que a mi padre le da igual todo lo que yo haga. Le dolería más perder 100€ que que yo me fuera a vivir contigo, mamá. No soporto a nadie de mi familia. Y la monotonía... Todos los días igual. Todos. La misma gente falsa, las mismas inseguridades, el mismo tedio. No hay nada que me emocione y, si hay algo, fracaso al intentar conseguirlo. Es frustrante quedarse quieta, mirando cómo otros hacen lo que tú quieres hacer. Cosas que tú no logras.
Te echo de menos, y me preocupa que te vayas con cualquier soplo. Sé que estás bien, pero tengo miedo. En mi propia mente he hecho una carrera contrareloj cuya meta es volver a verte. Son solo unos meses más. Pero después volveré a irme, y volveremos a comunicarnos una vez a la semana, por teléfono, sin ganas. Jode, porque sé que a la única persona a la que le importo de verdad está a 3560 kilómetros de mí. Y sé que nunca volveremos a estar más cerca que eso, porque, mamá, a pesar de todo no quiero irme. Y no creo que quiera estudiar allí cuando crezca. Te perdí con 7 años, y las dos lo sabemos. Y todo por culpa del dinero.
Te echo de menos, y me preocupa que te vayas con cualquier soplo. Sé que estás bien, pero tengo miedo. En mi propia mente he hecho una carrera contrareloj cuya meta es volver a verte. Son solo unos meses más. Pero después volveré a irme, y volveremos a comunicarnos una vez a la semana, por teléfono, sin ganas. Jode, porque sé que a la única persona a la que le importo de verdad está a 3560 kilómetros de mí. Y sé que nunca volveremos a estar más cerca que eso, porque, mamá, a pesar de todo no quiero irme. Y no creo que quiera estudiar allí cuando crezca. Te perdí con 7 años, y las dos lo sabemos. Y todo por culpa del dinero.
miércoles, 4 de mayo de 2011
Matices.
No sé exactamente por qué escribo esto, pero creo que necesito un lugar donde dejar constancia de lo que me está pasando. Necesito un lugar donde aclararme. Necesito encontrar una respuesta, aunque sé que un viejo cuaderno de renglones anchos no va a contestarme.
Pero también sé que no me queda mucho tiempo, y quería contarle mi vida a alguien. Así que, si crees que leerás esta especie de biografía para terminar tirándola en cualquier rincón, te aconsejo que la dejes donde la encontraste.
Nací en un lugar que ya poco importa y del que no recuerdo mucho, pero sí recuerdo el olor. No vayas a pensar que era agradable, ni mucho menos. Supongo que te habrás imaginado una campiña con flores y casitas mediterráneas. Qué va, quién me diera. Si hubiera nacido ahí, quién sabe, quizás mi vida hubiera sido diferente. Pero no. Nací en una ciudad, en esas típicas ciudades llenas de gente donde incluso el aire cuesta dinero. Y olía al humo de los tubos de escape de los coches, a óxido, a basura y a los pensamientos de las personas. Sí, sé que eso no se puede oler, pero créeme cuando te digo que había algo en el ambiente que los reflejaba. Estaban pintados, matizados y se mezclaban con el aroma. Por eso, cuando olía especialmente mal, me imaginaba a las personas caminando rápido por la calle, cada una preocupada por distintos temas, e ignorando lo que había a su alrededor. En aquella ciudad se respiraba tensión e indiferencia, como en la mayoría de las ciudades. Tengo oído que en un pueblo todos se conocen y se ayudan, pero claro, son cuatro casas. Imagínate tú el alboroto que se armaría por la calle si eso pasara en una ciudad; todos saludándose cada dos por tres.
-¡Hola Fulanito!
-¡Dios mío Pepita, cuanto tiempo!
-¿Pepita, eh oído Pepita! ¡Oh, hola Fulanito!
Y así todo el rato.
Vale, dejemos a un lado este momento ridículo que me ha dado y empecemos a relatar mi interesante vida.
Me llamo Vicky, y esta es mi historia.
Pero también sé que no me queda mucho tiempo, y quería contarle mi vida a alguien. Así que, si crees que leerás esta especie de biografía para terminar tirándola en cualquier rincón, te aconsejo que la dejes donde la encontraste.
Nací en un lugar que ya poco importa y del que no recuerdo mucho, pero sí recuerdo el olor. No vayas a pensar que era agradable, ni mucho menos. Supongo que te habrás imaginado una campiña con flores y casitas mediterráneas. Qué va, quién me diera. Si hubiera nacido ahí, quién sabe, quizás mi vida hubiera sido diferente. Pero no. Nací en una ciudad, en esas típicas ciudades llenas de gente donde incluso el aire cuesta dinero. Y olía al humo de los tubos de escape de los coches, a óxido, a basura y a los pensamientos de las personas. Sí, sé que eso no se puede oler, pero créeme cuando te digo que había algo en el ambiente que los reflejaba. Estaban pintados, matizados y se mezclaban con el aroma. Por eso, cuando olía especialmente mal, me imaginaba a las personas caminando rápido por la calle, cada una preocupada por distintos temas, e ignorando lo que había a su alrededor. En aquella ciudad se respiraba tensión e indiferencia, como en la mayoría de las ciudades. Tengo oído que en un pueblo todos se conocen y se ayudan, pero claro, son cuatro casas. Imagínate tú el alboroto que se armaría por la calle si eso pasara en una ciudad; todos saludándose cada dos por tres.
-¡Hola Fulanito!
-¡Dios mío Pepita, cuanto tiempo!
-¿Pepita, eh oído Pepita! ¡Oh, hola Fulanito!
Y así todo el rato.
Vale, dejemos a un lado este momento ridículo que me ha dado y empecemos a relatar mi interesante vida.
Me llamo Vicky, y esta es mi historia.
domingo, 1 de mayo de 2011
Lo 'normal'.
Creo que ya no necesito demostrar nada. No voy a cambiar cómo soy. No voy a cambiar cómo me ven. No voy a cambiar mi rol ni mi papel. No voy a ser algo distinto a mí. Voy a aceptar que apunto demasiado alto y que lo alto no está a mi alcance, porque soy de estatura media. Voy a aceptar que no existe el amor y que solo nos enamoramos las chicas. Voy a aceptar que para ellos no somos más que objetos. No. Se acabó, voy a aceptar la realidad. Voy a aceptar que jamás estaré entre los mejores. Voy a aceptar mi estandarismo. Voy a aceptar que, en lo más alto, tampoco sería feliz. No sería feliz entre farsas y risas y una imagen tan falsa que al final termina pegándose a ti. Y voy a aceptar, y acepto, que somos los espejos de lo que la gente quiere ver de nosotros.
Suscribirse a:
Entradas (Atom)