No sé exactamente por qué escribo esto, pero creo que necesito un lugar donde dejar constancia de lo que me está pasando. Necesito un lugar donde aclararme. Necesito encontrar una respuesta, aunque sé que un viejo cuaderno de renglones anchos no va a contestarme.
Pero también sé que no me queda mucho tiempo, y quería contarle mi vida a alguien. Así que, si crees que leerás esta especie de biografía para terminar tirándola en cualquier rincón, te aconsejo que la dejes donde la encontraste.
Nací en un lugar que ya poco importa y del que no recuerdo mucho, pero sí recuerdo el olor. No vayas a pensar que era agradable, ni mucho menos. Supongo que te habrás imaginado una campiña con flores y casitas mediterráneas. Qué va, quién me diera. Si hubiera nacido ahí, quién sabe, quizás mi vida hubiera sido diferente. Pero no. Nací en una ciudad, en esas típicas ciudades llenas de gente donde incluso el aire cuesta dinero. Y olía al humo de los tubos de escape de los coches, a óxido, a basura y a los pensamientos de las personas. Sí, sé que eso no se puede oler, pero créeme cuando te digo que había algo en el ambiente que los reflejaba. Estaban pintados, matizados y se mezclaban con el aroma. Por eso, cuando olía especialmente mal, me imaginaba a las personas caminando rápido por la calle, cada una preocupada por distintos temas, e ignorando lo que había a su alrededor. En aquella ciudad se respiraba tensión e indiferencia, como en la mayoría de las ciudades. Tengo oído que en un pueblo todos se conocen y se ayudan, pero claro, son cuatro casas. Imagínate tú el alboroto que se armaría por la calle si eso pasara en una ciudad; todos saludándose cada dos por tres.
-¡Hola Fulanito!
-¡Dios mío Pepita, cuanto tiempo!
-¿Pepita, eh oído Pepita! ¡Oh, hola Fulanito!
Y así todo el rato.
Vale, dejemos a un lado este momento ridículo que me ha dado y empecemos a relatar mi interesante vida.
Me llamo Vicky, y esta es mi historia.
No hay comentarios:
Publicar un comentario