jueves, 16 de junio de 2011

-Dame tu nombre
-¿Nombre? ¿Osas pedir mi nombre? ¿Sabes acaso que es mi posesión más preciada, la única que conservaré hasta que me muera? No deberíamos tomarnos los nombres tan a la ligera. Es más, ¿qué importan los nombres? Es algo que obsesiona a todo el mundo. La primera vez que conoces a alguien: hola, ¿cómo te llamas? Sin decir nada más original. Sería mejor empezar tirándole de las orejas o felicitándole el cumpleaños. ¡Oh, sí! Te has perdido todos sus cumpleaños, ¿no? Entonces tendrías que felicitarlo, pongamos, ¡dieciséis veces! Sí, eso sería una forma muy original de prensentarse. Felicidades. Felicidades. Felicidades. Bueno, ya me entiendes.
-Solo te he pedido el nombre.
-Y yo te he dicho que es mío, y no te lo doy.

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