miércoles, 21 de septiembre de 2011

Espabila, niña.

¿Qué coño pasa? Me zumba en la cabeza todo el rato. Maldita pregunta sin respuesta.
Estoy harta.
La misma sensación cada vez que mis hormonas se revolucionan como estúpidas fans de Justin Bieber. Ojalá pudiera ser como Samantha Jones y no tener sentimientos. Pero no, mi caracter se emociona con nada, se ilusiona con todo y decide molestar por una temporada. Supongo que tiene un ego descomunal y requiere mi atención constante. Se está pasando. Mi sistema nervioso no va a soportar mucho más la presión y voy a saltar en cualquier momento, como una esquizofrénica desesperada. ¿Quién me habla, quién? Soy una voz en tu cabeza, me llaman Dudas. Tú ya me conoces desde hace tiempo. Lo que yo decía, esquizofrénica perdida.
Y es que ya se ha convertido en un mantra. Si hace esto será por algo. ¡Deja de darle vueltas, niñata! Qué más da, vive la vida, que es corta. Salta, ríe, tírate a todo lo que se te ponga por delante. ¿Qué más da?
¡A mí me da!
Todo esto es culpa de las películas con finales felices, de Disney y de los libros surrealistas. Deberían llevar advertencias en la portada. ''Leer este libro puede producir una pretensión demasiado perfecta del universo''. ''Esta película contiene altas dosis de azúcar, si sufre problemas del corazón no la vea''. Pero no, el Gobierno no te avisa. El Gobierno nunca hace nada por ti, como para preocuparse por tu influenciable romanticismo. Nadie te dijo que el mundo era cruel y tú te pusiste la caperucita roja y corriste por el campo dando saltitos. Y ahí estaban los lobos feroces.
Supongo que habrá que esperar. No voy a hacer nada, seré una muñequita de porcelana sonriente.

Típico ejemplo que caga purpurina. NADIE TE QUIERE, COÑO.
Qué más da.

No hay comentarios:

Publicar un comentario