Así que estás acorralada, conozco tu punto débil, sé penetrar en esa muralla que haces ver a la gente. Y voy a por ti, querida.
jueves, 8 de diciembre de 2011
De mí a mí.
Te encerraste en una cúpula. Pareces de hielo, todo te resbala, en realidad por dentro está derretido. Chica mala, te llamaban, nunca te has enamorado, ¿para qué? Existe el amor, quizás, no. Era una afirmación. Y te gusta aparentar que no sufres por nada, calladita estás más guapa y eres mucho mejor. O peor, quién sabe. Lo cierto es que encierras tus secretos bajo llave, y lloras en tu habitación, bien pegada a la almohada para que nadie lo oiga, no vaya a ser que piensen que tienes corazón. A veces ni lo niegas: sí, me han dado bien fuerte, pero lo he superado. No, no lo has superado. Dicen que una mentira repetida mil veces termina siendo verdad, y tú te lo has creído todo. Te has puesto los cuernos a ti misma, tu integridad le es infiel a tu conciencia. Y el subconsciente, ¿dónde está? Aparece en sueños, reclamando lo que es suyo, y lo ignoras. Nunca te has arrastrado por nadie, cabeza alta, tan alta que los pájaros se mueren de celos, porque orgullo es tu segundo nombre y lo ocultas bajo tu apodo de Frágil. No hay sentimientos para los demás, sólo tú sabes lo que pasa en tu interior, y a veces ni eso. Lo he imaginado como un remolino de ideas que ni siquiera puedo expresar, por eso quizás es caos impere en estas palabras mal escritas. Ni siquiera sabes quién eres. Loca, simpática, cruel, sincera, demasiado sincera, bestia, tacaña, estúpida, chillona, algo así. Sonríes demasiado y gesticulas con las manos. No se te ven los ojos, pero te da igual. Cuanto menos te vean mejor.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario