El pirata girará la rueda de norte a sur, de este a oeste, infinitas veces hasta que el timón ya no señala a ningún lugar y el barco encalla en una playa desierta. Será entonces un navío cuya tripulación se bambolee, impresionada y extasiada por el triunfo de haber sobrevivido a tal naufragio, sólo para darse cuenta de que el capitán ha desaparecido. Y vuela en el Apolo 11 hacia Marte soltando espumaracos por la boca.
Los monos saldrán de sus jaulas, se comerán la madera que recubría la perla del mar. Rasgarán las velas de blanco desteñido por el humo y romperán el mástil trepando por él en una loca carrera. El timón caerá, inerte, con un golpe seco, sobre la cubierta de marfil, sangrando sal y canciones de ron. Y el Terror quedará yerto, vacío en su esqueleto de hierro y varado sobre la isla de Robinson.
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